El taller de radio en la cigarra
Por Sol Gomez Peracca*
El lunes es uno de los días de talleres en la cigarra, un hospital de día de niños psicóticos y autistas, que funciona en el Centro de Salud Mental Nº1 y que depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
El último de la jornada es el taller de radio. Sobre el escritorio se colocan dos micrófonos de madera, uno para el analista que hace de locutor y el otro para los chicos que quieran pasar ese día. El resto de los participantes, pacientes y analistas, oficiamos de oyentes de la emisión y podemos llamar a la radio para hacerle alguna pregunta o comentario al invitado.

Emilio Fatuzzo Acrílico sobre tela
Al comienzo, el analista/locutor le pregunta a los chicos quién quiere pasar y se van organizando los turnos. La presencia del analista se hace muy tangible, el analista no retrocede en hacer su invitación a niños autistas que prácticamente no hablan, o que dicen alguna palabra con gran esfuerzo, casi como en un susurro. Les oferta un vacío enmarcado por el taller.
Ellos, a su vez, muchas veces consienten, consentimiento sorprendente por la dificultad que puede implicar para un sujeto autista ceder la voz. Jean-Claude Maleval en El autista y su voz dice: “[…] nuestro trabajo apunta a la voz del sujeto autista en cuanto constituye un objeto de goce […] la voz tiene el privilegio de ser el que gobierne el investimiento del lenguaje..”.[1]
Se percibe cómo los niños hacen un trabajo allí, en un taller que requiere de la utilización de la voz, casi de modo excluyente, por tratarse de una emisión de radio. Vamos buscando el modo en que pueda resonar la invitación para ese sujeto en particular, acompañando en forma decidida su esfuerzo. Esto trae como efecto un momento de mayor consentimiento a la palabra y a la enunciación, a una cesión de goce.
En el caso de los chicos que disponen de otra manera del lenguaje, a su modo pueden llegar a contar algo que les dio miedo, los puso tristes o de una pérdida que sufrieron. Un instante de decir, donde el afecto pasó a la palabra, tocó el cuerpo y se hizo presente otra vitalidad. Éric Laurent en la conversación con la cigarra ubicaba: “[…] soportar, como usted dice, un afecto inédito. Y de una cierta manera, es lo que tratamos de hacer, hacer soportar a estos sujetos afectos inéditos”.[2]
En el taller, la presencia del analista se hace muy palpable. En un clima de mucho respeto por la singularidad y la solución que ha encontrado ese niño, le preguntamos en un tono amoroso por eso que lo afecta o le es sintomático. Cuando puede responder por ello, no se retrocede, se lo toma y se lo invita a poder decir de eso, a precisarlo, a explayarlo.
Se le ofrece al niño un vacío, un “casillero vacío”, como lo nombramos en la cigarra. Una invitación que recorre a su vez los diferentes talleres, una apuesta de esperarlo en otro lugar. Esto no lleva a una crisis, sino que por el contrario, se van produciendo movimientos, efectos de vaciamiento y los chicos van pudiendo estar en el lazo de una manera diferente. Van disponiendo de otra vitalidad y vuelven a elegir pasar al taller a la semana siguiente.
Me parece importante afirmar que hay del analista, presencia del analista en la clínica del autismo, así como lo establecemos para el resto de las estructuras. Esto implica hacer una apuesta decidida por ese sujeto, siempre con una lectura y un cálculo en las intervenciones, que produce efectos clínicos, muchas veces sorprendentes e impensados.
*Miembro de la cigarra, participante del ICdeBA.
NOTAS
- Maleval, J.-C. (2009). El autista y su voz, Barcelona, Gredos, p. 71.
- Laurent, É. (2024) https://www.youtube.com/watch?v=7ioZGGTgYM8
BIBLIOGRAFÍA
- Laurent, É. (2013). La batalla del autismo, Buenos Aires, Grama.
- Lacan, J. (1964). El Seminario, libro 11, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis (clases XVIII y XIX), Buenos Aires, Paidós, 1984.
- Miller, J.-A. (2011).“Cómo se deviene psicoanalista en los inicios del siglo XXI”. El Caldero de la Escuela, Nueva Serie, Nº15, Buenos Aires, Grama.

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