Del lugar del cuerpo en el lazo analítico

Gastón Jarry*

“El parlêtre adora su cuerpo porque cree que lo tiene. En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia – consistencia mental, por supuesto, porque su cuerpo a cada rato levanta campamento.” Jacques Lacan, El Seminario, Libro 23, El sinthome, 1975-1976.

El vínculo entre analista y analizante enmarcado en la práctica psicoanalítica se sostiene en la eficacia del discurso del analista formalizado por Lacan.[1] Sucintamente, en este discurso el analista ocupa el lugar de agente en tanto objeto a, soporte de la transferencia. A partir de allí, el sujeto puesto al trabajo produce los significantes unarios que lo determinan a nivel inconsciente, poniendo en cuestión el saber en juego, el cual en sus tropiezos y caídas, produce efectos de verdad.

Ahora bien, en este punto: ¿Cuál es el estatuto del cuerpo implicado en dicho lazo? ¿De qué cuerpo se trata? Desde la perspectiva del psicoanálisis, el sujeto no es ni tiene un cuerpo, sino que se constituye exclusivamente como efecto de un decir, el cual resuena en un cuerpo sensible, pero sin confundirse con este. Así, en la experiencia de un análisis la partida no se juega en relación al cuerpo que el o la analizante tiene, sino del que irrumpe en la escena analítica, tanto en lo mostrado como en lo retaceado, tanto en lo dicho como en lo no dicho, como en lo imposible de decir. Manifestación cuyo estatuto no es el de ser materia sensible sino materia significante, ofreciéndose a la mirada y la escucha del analista no como sustancia sino como realización, indefectiblemente en falta, portadora de un goce opaco, disponible para la interpretación.

En función de esto, es posible afirmar que la modesta empresa psicoanalítica da lugar a modificar las coordenadas simbólico-imaginarias a partir de las cuales una existencia se apropia -siempre de manera contingente- del cuerpo que porta, incidiendo en el modo sinthomático[2] con el que responde -siempre de forma singular- a la relación sexual que no hay; pero a condición de que el psicoanálisis mismo asuma su imposible como praxis, su propia castración. En tanto sustancia, el cuerpo sensible se encuentra desde siempre perdido, inaccesible. De otro modo, se corre el riesgo de caer en un biologicismo insostenible desde los constructos psicoanalíticos mismos, en detrimento de la refinada lógica del uno por uno elucidada por Lacan a lo largo de toda su enseñanza, diluyendo así parte insoslayable de su especificidad.

En relación a esto último, si se piensa desde categorías provenientes de la filosofía, se podría decir que el discurso psicoanalítico acarrea la novedad de soportar afirmativamente la hiancia insalvable entre idealismo y materialismo, promoviendo la falta en ser constitutiva del sujeto como orientación excluyente de su práctica. Más aún: se podría aventurar que uno de los fundamentos de su potencia radica precisamente en sostener de modo fecundo dicho vacío, poniendo a trabajar lo que no hay ni puede haber, generando así las condiciones de posibilidad para una producción subjetiva novedosa, nunca estandarizada y verificable en su eficacia en un tiempo siempre por venir.

Así, si la dirección de una cura psicoanalítica apunta a lo real, si se deja orientar por lo imposible de decir en tanto tal, es allí, en relación a esa falta, a ese puro vacío, donde el o la analista realiza su acto vía la interpretación. Puesta en acto cuyo objeto no es tanto el desciframiento como el señalamiento, el corte, la conmoción. Apuesta encarnada en una presencia sostenida en la mirada y la voz en tanto objetos, más allá del cuerpo sustancial, sin más propósito que dar lugar a la invención del sujeto, a que algo se escriba allí donde eso no cesa de no escribirse.

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*Practicante de psicoanálisis en Buenos Aires. Participante de Seminarios Diurnos de la EOL.

NOTAS

  1. Lacan, J., (1969-1970), El Seminario, Libro 17, El reverso del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2008.
  2. Lacan, J., (1975-1976), El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2007.

Imagen: Agradecemos la generosa colaboración de Mariano Sclocco – Entre lo oculto y lo impredecible, acrílico sobre tela. Serie Indoor. (Fragmento)

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