Por Daiana Alvarez*
“Hay cosas que deben ser dichas más de una vez
y que nunca pueden ser dichas suficientes veces”
S. Freud[1]

Paradoja fecunda
Lo que nos convoca entre disyunción y unidad, apertura y disolución, identificación y desmasificación. Dicotomías no excluyentes para nuestra Escuela.
La etimología de la palabra “paradoja” (del latín paradoxa) dice: “ (…) contradicción lógica pero cuyo contenido es verdadero”. Ese “verdadero” me detiene ¿cuál es su verdad? Quizá su carácter ineludible pueda ser una respuesta, ella no necesariamente está presente en los comienzos pero es inevitable en la experiencia.
Luis Tudanca retomó en una noche de la Escuela una afirmación de Miller: “La Orientación Lacaniana es lo contrario de la dogmática” [2] ; si el dogma cierra, la Orientación Lacaniana abre. Hoy abre sus puertas a “los jóvenes”.
“Lo que yo deseo es ¿qué?. La identificación al grupo, porque es seguro que los seres humanos se identifican a un grupo; cuando no se identifican a un grupo, están fallados, están para encerrar. Pero no digo por eso a qué punto del grupo tienen que identificarse.” J. Lacan [3]
Paradoja fundacional, la identificación como fenómeno necesario e inevitable, y a la vez, un peligro. La Escuela sostiene su existencia en la producción de sujetos divididos enlazados por el real de la existencia del analista, en constante batalla contra la ilusión de cohesión en un fantasma común.
La identificación introduce una paradoja ineludible, señala un movimiento que se puede encontrar en la política lacaniana bajo la rúbrica: fundación y disolución. La fundación signa un agrupamiento de personas bajo un ideal común, identificadas a una causa -la freudiana-. En contrapartida, la disolución se hace presente en el destino del cartel, de los comités que garantizan y regulan el funcionamiento institucional y de muchas de las instancias de la Escuela. Una moneda con sus dos caras o tiempos lógicos de una misma operación paradojal: ¿cuál es la lógica subyacente en este movimiento de la política lacaniana?
Bella paradoja la que nos trae la experiencia de Escuela: no hay universal simbólico que la capture, de ello no depende su existencia y aún así necesita de la identificación que introducen las agrupaciones para que continúe en funcionamiento. Sin ignorar que lo que introduce el fenómeno de comunidad es hacer notar la dependencia del sujeto en tanto su deseo es el deseo del Otro.
Sapere aude
Lacan publica en su revista: “Tú puedes saber lo que piensa la Escuela de París”. La Escuela, interpretada como un sujeto de pensamiento, piensa a través de sus miembros. Habitarla, de “la buena manera”, es subjetivar la, descompletar la, feminizar la, hacerla no-toda y acercarnos a la vertiente real del meollo, al carozo. Entonces hoy, con la Nueva Política Juventud, ¿se puede saber qué piensan los jóvenes en la Escuela?
Lacan apostó a los jóvenes al igual que lo hace Miller hoy. Más allá de la ilusión del universal “los jóvenes”, esta viejanovedad exhibe su virtud significante.
* Integrante del Cartel “¿Por qué la Escuela?” formado por ingresantes por la Nueva Política Juventud, más uno Mauricio Tarrab.
NOTAS
- Freud, S., (1939) “Moisés y la religión monoteísta”, en Obras Completas, Volumen XXII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, p.101.
- Miller, J.A: Respuestas de lo real. Cap XIX, pp. 317/8
- Lacan. J., (1974-1975), Seminario XXII, RSI. Clase 15/4/1975, inédito.
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