Un mundo infeliz

Luján D’Addona*

Piel de gallina cuando se leen, a la luz de los acontecimientos actuales, grandes autores como lo es Aldous Huxley. En 1932 publica Un mundo feliz,[1] novela de ficción en la que el orden social y la felicidad son los fines últimos, quedando los lazos -la familia, la amistad y el amor- del lado de los males a erradicar. ¿Cómo se lleva a cabo en la novela este “¡fuera!” de lo que no funciona?

La manipulación genética, la sugestión post natal y el uso de una droga llamada Soma son los recursos para que lo dicho prevalezca sobre el decir. El Amo ciencia “lee” y orienta la escena partiendo de estos ideales, haciendo existir el “soy lo que digo”. La escucha sin interpretación se hace presente en esa sociedad ideal, intentando forcluir -rechazar, negar, aniquilar- al Otro que atraviesa al yo, poniendo en valor sólo la voluntad de este último.

En el mismo sentido, el informe de la Gran conversación de la Escuela Una[2] se refiere al wokismo, movimiento actual que instaura la tiranía del Ideal del yo y de lo imaginario, dejando por fuera las cuestiones del inconsciente, oponiéndose al sujeto como hablado, efecto del significante y justamente, lo que es posible de ser interpretable.

Felizmente no todo puede controlarse. El cuerpo como sede del sujeto no se deja domesticar tan fácilmente como la razón. Huxley lo evidencia: uno de los personajes programado para ser alfa, la casta más alta, “por un error genético” aparece con características de la casta más baja. El cuerpo con sus inhibiciones, síntomas y angustias toman el relevo de lo que no funciona.

Ergo, se propicia un caldo de cultivo en el que la oferta analítica continuará siendo una posible salida al malestar. ¿Cuál es la oferta del psicoanálisis desde la clínica? “Escuchar las miserias, las desdichas, lo vergonzoso sin sancionar, sin castigar, sin desaprobar. Eso produce satisfacción”, dirá Miller[3] a los rusos en su charla por la plataforma virtual Zoom. Y continúa diciendo en “Sólo una voz”:[4] “El análisis no es decir lo que no dijeron jamás a nadie. No es decir lo que saben, es decir lo que no saben. Eso es mucho más fuerte. Eso es un secreto que nadie puede arrancarles, ni ustedes mismos. No está en sus expedientes. Eso, que es lo que más cuenta, no está escrito en ningún lado. Está, por así decirlo, entre las líneas”. El sujeto aparece en la hiancia. No hay un significante que lo represente completamente, el “soy lo que digo” se deshace frente a la escucha analítica.

Propongo entonces un cambio en la sintaxis: del “soy lo que digo” a que haya lugar para el “digo, entonces soy”, poniendo de esta manera sobre el tapete la relevancia del Ser de lenguaje. Se trata entonces, de avalar la infelicidad. Cuando se cuestionan los ideales cristalizados, naturalizados, necesariamente se sufre. Se le devuelve la dignidad al sufrimiento en pos de devolver al sujeto, no lo que se le ha dicho que es, no lo que debe ser, sino lo que verdaderamente es. Un vacío que permite crear una vida aferrada a un deseo.

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NOTAS

*Practicante del psicoanálisis en CABA de manera particular, en Consultorios Externos de Clínica Dharma y en Red Psi. Secretaria de redacción de Revista Registros, colaboradora en EOLBLOG. Egresada del ICdeBA y de la Maestría en UNSAM.

  1. Huxley, A., Un mundo feliz, Editorial de bolsillo, Bs. As., 2012.
  2. Asociación Mundial de Psicoanálisis, Gran conversación de la Escuela Una, 20 de marzo de 2022.
  3. Revista Lacaniana, Publicación de la Escuela de Orientación Lacaniana, año XV, número 31, julio 2022.
  4. Revista Registros, Tomo Pasto Soledades, Año 16, p. 7. Emisión de France-Culture, 1-12-2012. Publicado con la amable autorización de Jacques-Alain Miller.

Imagen: Agradecemos la generosa colaboración de Silvia Battistuzzi – Gemas lll – Serie Canto Rodado -Técnica mixta sobre tela en bastidor, detalle de obra, 2022.

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