Sobre el comienzo del control y su articulación con la experiencia analítica

Soledad Jorge*

En algún momento el practicante comienza a controlar. ¿Cómo se suscita la demanda de control? Quizás, así como un tropiezo en la vida conduce al análisis, un tropiezo en la práctica conduce al control. Sin el encuentro con lo traumático en la práctica, no habría comienzo posible para el control. El control no se inicia sin división, la cual nos acerca a un no saber.

Lacan dijo que el “analista que entra en su práctica no está excluido de sentir, gracias a Dios, aunque presente muy buenas disposiciones para ser un psicoanalista, en sus primeras relaciones con el enfermo en el diván alguna angustia”.[1] Propone allí el afecto de angustia como un signo positivo en tanto la angustia está muy próxima al no saber. Es decir que la demanda de control está estrechamente vinculada a la relación del practicante con el saber.

Pensando en el inicio del control, en sus tiempos lógicos, hay al menos dos momentos de la relación al saber que diagraman las coordenadas del pedido de control. Un primer tiempo donde el ritmo lo marca la urgencia, que es el mismo tiempo en el que Lacan describe al practicante como un rinoceronte. Resulta interesante la figura del rinoceronte, en tanto este se caracteriza por ser torpe, miope pero de muy buen oído. En esta primera etapa, se trata sobre todo, de no alimentar la idea de que lo que está en juego en el control es la obtención de saber. Muy por el contrario, el control produce una interrupción en la demanda de saber. El saldo de saber que allí podrá surgir será contingente, producto del encuentro.

Aunque se demande un control para ir en búsqueda de un saber, no es este el uso del dispositivo, ni su función. Sin embargo, esto no impide precisar que en un comienzo este sea un modo de empezar. Es decir, acercarse al control para buscar una respuesta ante un real que angustia en la práctica. Incluso, quizás sea un paso necesario para arribar al segundo momento.

El no saber que caracteriza a la posición del analista es un no saber al cual habrá que consentir. Allí tiene lugar el segundo tiempo del control, momento en que este se torna lo más analítico posible. Del primer tiempo al segundo se produce una variación. Sucede cuando la disposición a controlar del practicante varía, en tanto hay ánimo de hacerlo y está en relación a la posición del practicante; es decir, al lugar y al lazo que lo sostiene al psicoanálisis. Habiendo consentido a un no saber, quien controla no va en búsqueda de un saber, sino que acude al dispositivo para controlar su posición.

Estos dos tiempos del control se encuentran a su vez íntimamente ligados al momento del análisis del practicante. ¿Cómo precisar este anudamiento? En principio, posiblemente alguien que comienza su práctica y su control, no esté muy lejos de los comienzos de su análisis; otro será el momento del control para el practicante en el marco de un análisis que dura.

Ahora bien, si pensamos que el analista sostiene una práctica del deseo, se tratará entonces de poner a funcionar el deseo del analista. La experiencia del análisis le permite emerger. El control, condición para la práctica, lo calibra vez a vez.

De hecho, “el deseo del analista es el pivote entre un análisis, y su final”,[2] concepto formulado por Lacan en respuesta a la noción de contratransferencia. Lacan redefine el control, y aquí es donde la temporalidad del análisis del analista practicante se enlaza íntimamente a la práctica del control.

¿Qué controla el control especialmente? La función simbólica encarnada en el analista sin la movilización de su inconsciente.[3] En otras palabras, el deseo del analista, producto de la experiencia y condición para la práctica posible del psicoanálisis, una práctica del deseo.

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NOTAS

*Practicante del psicoanálisis. Realizó la concurrencia en el Servicio de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro. Colaboradora del Seminario diurno “Formación del analista y prácticas en salud mental”, año 2022. Sostiene su formación en distintas actividades de la Escuela.

  1. Lacan, J., El Seminario, Libro 10La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2010, p.13.
  2. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2014, pg 124.
  3. Ibid., pg 125.

Imagen: Agradecemos la generosa colaboración de Silvia Battistuzzi – Espesuras l -Técnica mixta sobre tela en bastidor, detalle de obra, 2022.

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