Catalina Bordón*
Me interrogo sobre el deseo del analista en la época, en la que los sujetos anudan su saber a los discursos del Derecho y científico. Pareciera que ya no tenemos más sujetos que le supongan un saber al inconsciente, sino sujetos sujetados al Derecho que saben lo que dicen y hacen.[1] Es entonces que, a nosotros analistas, nos concierne preguntarnos cómo no retroceder sobre un terreno donde las respuestas están antes que las preguntas. Por ejemplo, podemos escuchar a un niño que en su temprana infancia dice querer ser mujer, pero ¿cómo intervenir allí para abrir la posibilidad de poner puntos suspensivos en esa decisión cuándo vemos a los sujetos agarrarse de lo férreo de las identidades frente a la vacuidad de las identificaciones?[2]
Estas dificultades con las que tropezamos en la época nos permiten redefinir el deseo del analista y cómo este deseo se enlaza aún, a la Escuela.
La Escuela Una, ha puesto siempre en tensión y en banda de Moebius el psicoanálisis en intensión y el psicoanálisis en extensión, acorde a los tiempos sociales, dentro de una locación global, sin dejar de lado los matices locales. Para permanecer en aquello que se ha nombrado como lo joven, la Escuela debe responder a los acontecimientos de sus tiempos sin ortodoxias conservadoras o circuitos cerrados que giren sobre sí mismos, que giren sobre lo que ya se sabe. Es así que, en tanto Escuela, debemos permanecer dócil a lo nuevo.
El deseo del analista hace de su causa una causa abierta, constante, dinámica, fuera del todismo. Un deseo que no es un deseo puro, como nos decía Lacan, en tanto “…pura metonimia infinita, sino que se nos aparece como un deseo de llegar a lo real, de reducir el Otro a su real y liberarlo del sentido”.[3] También mantiene distancia con la posición del analizante, en tanto que éste último se orienta sobre el deseo de saber. El deseo de saber, es aquello que el analizante pone en juego en tanto sujeto sujetado al inconsciente, dispuesto a caminar por el sendero de la palabra, hasta alcanzar la piedra, la roca, el hueso de su propio análisis y aún así ir más allá.
Entonces, ¿Cómo inocularle al analista el deseo de saber?[4] ¿Cómo mantenerlo en una posición deseante que correspondería más a la posición de analizante (en relación al SsS) que a la de su posición de agente en el discurso analítico?
Así responde Miller: Hay una fuerza muy poderosa. Esa fuerza es la Escuela. “La escuela es exactamente la fuerza capaz de volver a poner al analista en una posición analizante con respecto al sujeto supuesto saber, de volver a ponerlo en relación a la ignorancia”.[5] Es una Escuela que quiere saber, más que estar cernida por el ya sé. Es la insatisfacción inherente la que la anima (discurso histérico). Eso armará un camino siempre a ser construido, porque aún hay por hacer, y porque lo que se pone en juego allí es el deseo del analista como soporte, sostén y motor de ese entramado.
*Miembro de la EOL y de la AMP
NOTAS
- Miller, J.-A., “La cuestión Trans en el psicoanálisis y para los psicoanalistas”, Blog de Psicoanálisis en la articulación Freud https://psicoanalisislacaniano.com/
- En Febrero de 2022, en Bariloche, un sujeto asesina a su mujer. Imputado por Femicidio, objetó en el juicio que se autopercibía mujer. Técnicamente, la pregunta pasa por si se puede pedir cambio de carátula, para así aminorar la pena. ¿La cuestión de género es agravante o no?
- Miller, J.-A., Un real para el Siglo XXI, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2014, p. 27.
- Miller, J.-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003, p.18.
- Ibid., p.19.
Imagen: Agradecemos la generosa colaboración de Marita Manzotti – Serie Universos íntimos, fotografía, detalle de obra, 2022.
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